Clavaré veletas
para que no las mueva el viento a propio antojo
pues el humo de
nuestra chimenea
será la pista de los pájaros de invierno
perdidos en el
tráfico de vuelos iniciales.
¿Y tú? ¿ Cuándo vendrás a mi futuro?
Esas aves son memoria
con las hojas de mis vacaciones invernales.
Arribarán con cantos que olvidé.
Guardaré el granizo
también
en un pajar del gallinero.
El granizo
es baqueta en la membrana del tambor de cada techo
y trazo de arquitecto.
A los pájaros les
gusta el blanco de sus rotundas plumas
y el vértigo perfecto de su trazo.
Y los huevos
con su curva de embarazo colorida empollarán un arcoíris.
La sonrisa de
verano de mis hijos impecables
será parida en un
rayo luminoso
fugitivo
en la barriga negra de las nubes
que no es la curva comentada.
Clavaré la veleta como quilla
anclada a tu regreso.
Se quedó la luz prendida en la cocina
y por eso se me escapan las palabras antes del regreso
cuando te apareces de improviso dando saltos de contenta
con naipes de soldados y diamantes como reina
porque hablo sin temor
desprovisto de dolientes atenuantes
cuando clavo la veleta en la memoria.
Es que es mucho
el granizo con la
nieve galopando mis tristezas
por tu ausencia acumulada,
por el dolor ventricular y la pureza.
La granizada me golpea hasta la muerte de mi infancia.
Y me aturde.
Con vocales
me atolondra la insoportable levedad de tu médula sin nombre
y me asfixia ese redoble si no clavo la veleta
de aquí a noviembre y en mi pecho.
Hay mucha metafísica nevando
en la levedad del miedo centenario al recordarte.
Miro los demonios por las llamas de la chimenea
mientras sube acelerado el humo de sus almas
por la veleta girando como loca en la tormenta.
clavaré nuestras veletas
para que no las mueva nunca el viento
con amenazas de regresos.
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